viernes, 16 de diciembre de 2011

El entrenamiento invisible

El significado de la palabra entrenamiento lo conocemos todos de sobra, pero lo que no sabemos es que existen diferentes formas de entrenar nuestro cuerpo. El entrenamiento más conocido por nosotros es el activo en el que entran en juego los músculos, los huesos y las articulaciones.
Entrenar está asociado a trabajar los músculos a través del deporte y la actividad física. En cierta medida eso sería una de las partes del entrenamiento, ya que existe otra forma de entrenar.
Me estoy refiriendo al entrenamiento invisible, en el que no realizamos actividad física como tal, sino que el entrenamiento lo llevamos a cabo de forma pasiva a través de los hábitos que conducen al correcto desarrollo muscular de una forma armónica y fisiológica.
Entre los componentes del entrenamiento invisible se encuentran las horas y la calidad del sueño, las prácticas de fisioterapia (masajes, sauna, hidroterapia, crioterapia), la nutrición, la preparación biológica mediante ayudas farmacológicas (evidentemente, productos legales y permitidos), un estilo de vida saludable, etc.
A veces creemos que cuanto más hagamos más buena marca obtendremos; pero en el entrenamiento, no todo es pasar horas sobre la pista, o sobre la superficie en la que estemos corriendo, sino que el entrenamiento se complementa con el descanso, y con la recuperación de estas cargas.  Es decir, entrenar es tanto la carga física como el descanso y la recuperación.
Sin estímulos de entrenamiento un deportista no ofrecería un buen rendimiento, pero la clave para asimilar ese entrenamiento, para poder rendir en mejores condiciones al día siguiente, es la recuperación. Gracias a una buena recuperación, a un buen entrenamiento invisible, posteriormente su nivel de adaptación o de forma, será mayor.

Escuchar al cuerpo

 Deberíamos meditar y repasar nuestras actitudes mentales, como querer forzarnos hasta el límite, ser inflexibles en la rutina del entrenamiento, plantearnos objetivos poco realistas y usar el deporte como único foco de atención en nuestra vida.
Todo esto sólo puede llevarnos a los niveles máximos de fatiga, lo que significaría el fracaso.
Por el contrario, si escuchamos nuestro cuerpo y vamos poco a poco, disfrutando, sin sobrepasar el tercer nivel de fatiga, los resultados serán siempre buenos. Los corredores que realizan su entrenamiento diario por los caminos, empezando con paso relajado, incrementando el ritmo poco a poco, sin temer a las cuestas, sin dificultad para respirar que los detenga antes de acabar. Al final, seguro que desearían que el entrenamiento fuese más exigente.